Nunca me llegaré a cansar de advertir entre la diferencia de entrenar para salud y hacerlo para estética.
Con la primera opción pretendemos adquirir mayor vitalidad y energía, prolongar la juventud, añadiendo vida a los años y también años a la vida, y padecer menos enfermedades y molestias.
Perfecto, es algo que nos gusta a todos y que además resulta práctico, sencillo y ¡barato!
(La investigación ha comprobado que las personas que hacen ejercicio, al margen incluso de otros cuidados, viven más y están menos enfermos. Los índices de absentismo laboral crecen entre los sedentarios, algo que las empresas deberían observar, añadiendo incentivos para hacer ejercicio, pues les resultaría más económico al reducir las bajas por morbilidad).
Entrenar para estética supone transformar el cuerpo que tenemos para obtener uno mejor, de acuerdo a nuestros deseos.
Sin embargo, esta segunda opción resulta más limitada que la primera, ya que aquí influye más la genética.
La combinación de ejercicio y alimentación produce un cambio muy apreciable, siempre de acuerdo a la intensidad y la duración de lo que hagamos para lograrlo, aunque muchas veces no nos acerca hasta ese prototipo ideal que hemos soñado.
Resulta imposible modificar la estructura ósea, articular, muscular y tendinoso. Los miembros desproporcionados, los músculos «cortos» o demasiado «largos» quedan así de por vida. Las sensaciones de tosquedad o debilidad jamás desaparecen aunque se atenúan
(Todos podemos ver a culturistas grandes poco estéticos o incluso de formas extrañas o «feas». Todo se hereda menos la hermosura, como sabiamente afirma el refrán).
En cualquier caso, se mejora, y mucho, lo suficiente para incrementar la autoestima y hacérselo saber a otros. Es positivo como valor, y también -puede que muchos lo ignoren, pero no deberían hacerlo- como potenciador del sistema inmunológico, que aumenta de manera apreciable cuando nos sentimos satisfechos de la imagen poseída.
Dicen algunos que la posesión de un cuerpo bien trabajado equivale al dominio del yoga físico u otra técnica de relajación. Yo lo creo y lo comparto.
Gimnasio y una dieta inteligente
Ya lo sabéis, lo mejor es combinar el entrenamiento para estética -estar «más bonito» dentro de nuestras posibilidades genéticas- con el ejercicio para salud -mejorar la capacidad
cardiopulmonar, reducir el porcentaje de grasa y controlar el estrés-.
Se logra sin excederse, fijándose unos objetivos razonables, a corto, medio y largo plazo, cumpliendo éstos y sin abandonar después esa carrera.
Y no hay excusas. Doce mil gimnasios en España hace que ahora dispongamos de uno muy cerca de nuestra casa, o si vivimos en una entidad de población minúscula, lo tengamos en el pueblo de al lado.
Y si no nos apetece desplazarnos, existen unos equipos caseros que pueden acoplarse en cualquier parte, incluso en una esquina de una habitación.
También está el asunto de la alimentación, puede que la parte más importante de ese binomio.
No hay problemas para llevarla a cabo correctamente. Basta con consumir la proporción correcta de los macronutrientes, y si es necesario añadir los suplementos adecuados para los momentos de escasez, debilidad o logros especiales dentro de un deporte o actividad o en el asunto de la modificación de nuestro cuerpo, bien para desarrollarlo más o para dotarlo de la esbeltez elegida.
La comida buena está en todas partes -también podemos permitirnos algunos excesos uno o dos días por semana-, los mejores suplementos en las tiendas especializadas.
El deseo de mejorar, lo debemos tener dentro. Porque la salud y la estética deben ir siempre unidas. En forma física por dentro y por fuera. Vale la pena y … ¡sólo depende de vosotros!