El oxígeno está presente en la atmósfera terrestre en un porcentaje de un 21 %, y en el cuerpo humano en un 25,5%.
El hombre tiene una necesidad absoluta de este gas. Pero el oxígeno también puede ser tóxico: algunos de sus átomos forman parte de moléculas (radicales libres) que presentan un estado inestable, es decir, que tienen uno o más electrones libres y están constantemente en busca de otras moléculas a las que adherirse. El resultado de esta «unión» es una degeneración de la célula adherida.
En 1900 el doctor Gomberg aisló el primer radical libre. Se estudiaron estas moléculas extremadamente inestables durante más de medio siglo, pero hasta 1954 no se relacionó el daño inmediato de algunos tejidos con el poder destructivo de los radicales libres. R. Gershman y D.L. Gilbert, dos científicos americanos, le atribuyeron la responsabilidad de la ceguera que afectaba a los recién nacidos prematuros a la atmósfera más rica en oxígeno (superior al 21 % normal) de las incubadoras.
Tabla de contenidos
¿Son útiles o dañinos?
Nuestro organismo utiliza esta capacidad de «demolición» contra los enemigos externos (virus o bacterias) o para dividir y utilizar el oxígeno del cuerpo. Otra función importante de estas moléculas es el control que ejercen en la contracción del tejido muscular liso de los vasos sanguíneos: son por tanto determinantes para una circulación correcta de la sangre.
Cuando el número de radicales libres está bajo control todo funciona mejor, es un poco lo que ocurre con una sustancia potencialmente tóxica que, utilizada en dosis adecuadas, se convierte en un fármaco indispensable para curar enfermedades.
Pero la misma sustancia se torna venenosa y puede provocar daños irreparables si se consume en dosis excesivas; ocurre exactamente lo mismo con los radicales libres.
Cuando están presentes en exceso empiezan a «adherirse» a las células del organismo y provocan:
- Lesiones típicas del envejecimiento y, por consiguiente, falta de elasticidad, arrugas, manchas oscuras en la piel, degradación del colágeno… La misma situación que notamos externamente se produce también en todos los tejidos internos.
- Ateroesclerosis, ya que las últimas investigaciones han demostrado que la acumulación de placa obstructiva en las arterias viene provocada por el proceso de oxidación del colesterol «malo» LDL por parte de los radicales libres.
- Lesiones en mucosas y otras estructuras celulares con riesgo de merma de la funcionalidad inmunitaria y aparición de varias enfermedades, como la artritis y las cataratas.
- Lesiones en la cadena genética del ADN con posibles mutaciones de las células. De ahí viene la relación entre los radicales libres con varios tipos de cáncer.
¿Cómo se producen?
La producción de radicales libres útiles corre a cargo del propio organismo: por parte de los leucocitos (glóbulos blancos) en caso de infección, por parte del endotelio (el tejido interno de los vasos sanguíneos) para controlar la contracción de los propios vasos y por parte de los glóbulos rojos para repartir el oxígeno y poder utilizarlo. Otra parte de radicales libres se forma durante la transformación de los alimentos y el oxígeno en energía dentro de las células: pero normalmente interviene con rapidez una enzima (la superóxido dismutasa) que los neutraliza.
Veremos a continuación otros factores que contribuyen a la producción de los radicales libres:
- la contaminación del aire
- los insecticidas y otros productos químicos contenidos en los alimentos
- el humo de cigarrillo
- las radiaciones (ya sean ambientales, solares, de la contaminación eléctrica u ocasionadas por la investigación diagnóstica)
- el estrés físico o emocional
- algunos medicamentos
Alergias e infecciones crónicas
Cuando el cuerpo es agredido por bacterias o sustancias que provocan alergia nuestro organismo se defiende produciendo -gracias a los glóbulos blancos- radicales libres capaces de enfrentarse a los «enemigos». Cuando la batalla ha concluido, los leucocitos dejan de producir radicales libres. Pero si la infección persiste o la alergia no se supera, la producción continúa y supone un riesgo muy grave para todo el organismo.
¿Cómo defenderse?
Nuestro organismo está luchando contra los radicales libres cada momento del día. El problema para nuestra salud se produce cuando nuestro organismo tiene que soportar un exceso de radiales libres durante años, producidos mayormente por contaminantes externos que penetran en nuestro organismo productos de la contaminación atmosférica, el humo del cigarrillo que contiene hidrocarburos aromáticos polinucleares, así como aldehídos que producen distintos tipos de radicales libres en nuestro organismo.
El consumo de aceites vegetales hidrogenados tales como la margarina y el consumo de ácidos grasos trans como los de las grasas de la carne y de la leche también contribuyen al aumento de los radicales libres.
Nuestro organismo posee un defensor propio natural contra los radicales libres: algunas enzimas cumplen la función de combatir y atacar las lesiones que éstos provocan a nivel celular. Las más importantes son: la superóxido dismutasa {(o SOD), la catalosa y la glutation peroxidasa. El papel esencial que juegan estas enzimas es posible gracias a algunas sustancias «aliadas».
Además, nuestro cuerpo produce otros inhibidores de los radicales libres: son moléculas que, a diferencia de las enzimas, actúan fuera de la célula y su función es «sacrificarse», cediendo electrones a las moléculas inestables de los radicales libres. Las dos más ‘importantes son el ácido úrico y una proteína, la ceruloplasmina.
Pero tenemos otra ayuda de moléculas que tenemos que ingerir con los alimentos, como las vitaminas y los minerales. Además de colaborar con las enzimas, estos nutrientes se comportan generosamente cediendo electrones a los radicales libres, haciéndolos más estables y por tanto más inocuos.
En esta batalla defensiva es por tanto importante intervenir en dos frentes:
- evitar, en la medida de lo posible, los factores que desencadenan los radicales libres controlando incluso nuestro estilo de vida
- vigilar la alimentación consumiendo a diario aquellos nutrientes que nos ayudan a destruir los radicales libres
A propósito de este tema, es necesario subrayar que la calidad de los alimentos es fundamental:
- los alimentos integrales contienen porcentajes de vitaminas y de minerales superiores a los refinados (véanse los gráficos de pág. 9 y pág. 11 ).
- los terrenos tratados con fertilizantes químicos, además de dejar residuos en los vegetales, se empobrecen de minerales y producen plantas pobres (y animales que se alimentan de ellas);
- los métodos y tiempos de conservación, lavado y cocción de los alimentos son muy importantes para evitar la pérdida de vitaminas (muchas de ellas pueden resultar dañadas o destruirse por varios factores, como se muestra en el gráfico)
Algunas vitaminas en las principales categorías de alimentos
A | B1 | B2 | B3 | C | E | |
Carne | ||||||
Pescado | ||||||
Huevos | ||||||
Leche | ||||||
Queso | ||||||
Mantequilla | ||||||
Aceite de oliva | ||||||
Cereales Integrales | ||||||
Cereales Refinados | ||||||
Legumbres | ||||||
Soja | ||||||
Germen de Trigo | ||||||
Patatas | ||||||
Verduras frescas | ||||||
Fruta | ||||||
Frutos Secos |
Contenido:
ABUNDANTE | MEDIO | ESCASO | AUSENTE |
La protección que debemos tener para evitar el aumento de los radicales libres en nuestro organismo que aceleran la rapidez de envejecimiento y degeneración de las células de nuestro cuerpo es el consumo de antioxidantes naturales tales como el beta caroteno (pro-vitamina A) presentes en la zanahoria, mango, tomates, melón, melocotón, espinacas.
La Vitamina E (tocoferol) es un antioxidante que mantiene la integridad de la membrana celular, protege la destrucción de la vitamina A, previene y disuelve los coágulos sanguíneos y retarda el envejecimiento celular. Se encuentra en muchas frutas y vegetales tales como: El aguacate(30), boniato(50), espárragos(25), espinacas(20), tomates(12), bróculi(11), moras (10) y zanahorias(5.)
La vitamina C (ácido ascórbico) es otro de los antioxidantes naturales que destruyen el exceso de radicales libres. Necesaria para producir colágeno, importante en el crecimiento y reparación de las células de los tejidos, encías, vasos, huesos y dientes, y para la metabolización de las grasas, por lo que se le atribuye el poder de reducir el colesterol. Investigaciones han demostrado que una alimentación rica en vitamina C ofrece una protección añadida contra todo tipo de cánceres. Además de la prevención del resfriado común y el fortalecimiento de las defensas del organismo. Las fuentes alimentarias de la vitamina C son: Grosellas, pimiento verde, kiwi, limón (todos los que están antes del limón tienen mayor contenido de vitamina C que éste y los que están después menor), fresas y coliflor, coles de bruselas, naranjas, tomates, nabo y melón.
El selenio actúa junto con la vitamina E como antioxidante, ayudando a nuestro metabolismo a luchar contra la acción de los radicales libres. Ayuda a protegernos contra el cáncer, además de mantener en buen estado las funciones hepáticas, cardíacas y reproductoras. Es el más tóxico de los minerales incluidos en nuestra dieta. La ingestión en dosis altas se manifiesta con pérdida de cabello, alteración de uñas y dientes, nauseas, vómito y aliento a leche agria.
Fuentes alimentarias del selenio: Carne, pescado, cereales integrales y productos lácteos. Las verduras dependerán de la tierra en la que se ha cultivado.
Los flavonoides son compuestos polifenólicos encontrados en las plantas como frutas y vegetales, que son excelentes antioxidantes. Comúnmente se encuentran también en el té (principalmente té verde) y en el vino.
En las frutas que fueron cosechadas hasta su maduración se encuentran gran cantidad de flavonoides, carotenoides, licopenes, zantinas, índoles y luteínas, todos con una potente acción antioxidante.
Suplementos para combatir los radicales libres
En general, debéis pensar en tomar suplementos antioxidantes para combatir cualquier daño que puedan producir los radicales libres en el cuerpo. Probad estos tres como cóctel protector del músculo.
Ácido alfalipoico (ALA)
Este potente antioxidante es soluble en grasa y en agua, lo que significa ofrecer protección en la mayoría de los sistemas corporales.
El ALA no solo destruye radicales libres sino que también ayuda a regenerar otros antioxidantes para que puedan proteger contra esos radicales. Además, incrementa la actividad de la insulina en las células musculares.
Dosis: ALA 100 a 300 mg (1 a 3 veces al día).
Extracto de semillas de uva
El componente activo de este extracto, la proantocianidina, es un flavonoide que puede ser un antioxidante más poderoso que las vitaminas C y E. Estos flavonoides potencian la absorción y actividad de la vitamina e, y también pueden ayudar a bloquear la degeneración del colágeno, y a potenciar el flujo sanguíneo.
Dosis: Extracto de semilla de uva 50 a 200 mg (1 a 3 veces al día).
Vitamina C
Este antioxidante destruye a los radicales libres y potencia la actividad antioxidante de la vitamina E. La vitamina c también favorece la función inmunológica y está implicada en la producción de colágeno.
Dosis: Vitamina C 250 a 1000 mg (1 a 2 veces al día).
Conclusiones
En resumen si queremos evitar el envejecimiento y las enfermedades causadas por el exceso no controlado de radicales libres en nuestro cuerpo, tenemos que llevar una vida sana, sin consumir tabaco y tener una dieta libre de grasas saturadas y ácidos grasos trans que puedan aumentar el colesterol malo y éste formar colesterol oxidado que contribuye a la arteriosclerosis.